La sociedad de cínicos


Por: Susana Solís Esquinca


Las redes sociales, esta forma de comunicación inédita para la humanidad ha logrado romper las barreras físicas para lograr el verdadero proceso de feedback; sin embargo, lejos de ser un canal de entendimiento, información, diálogo o discusión inteligente, se ha convertido en el desagüe de la ira y las frustraciones.


Los insultos, descalificaciones, agresiones y mentiras, -voluntarias o pagadas- inundan por ejemplo Twitter donde cada usuario se exhibe con lo peor del ser humano humano.


El juzgado popular en que se erigen las redes,-donde todos somos buenos y los demás malos-, han transformado a la mayoría de los participantes en una sociedad de cínicos.


En primera instancia, a cada insulto o difamación, el perceptor experimenta enojo, desaliento, depresión, enojo, pero al paso del tiempo y ante la recurrencia, van haciendo el “cuero duro”, otrora una capacidad natural de políticos y gobernantes, extendiéndose esta reacción a toda la sociedad.


Después del trago amargo inicial, los interlocutores se vuelven en lo mismo que desprecian y se instalan en el mismo discurso ofensivo.


Ya no les duele ni les mueve nada, no importa que les digan corruptos, mentirosos sin ninguna prueba, los exhiban como “ladys o lords”; se mofen u ofendan, para luego volverse iguales, sumándose al ejército de cínicos cuyos valores como la empatía, tolerancia y la solidaridad se esfuman tomando el papel protagónico de victimarios.


Todos en el mismo costal de los peores defectos humanos.


Esta sociedad de cínicos se ha vuelto insensible, egoísta, abusiva, donde todo se le resbala y les importa muy poco exhibirse como las peores personas que han poblado la tierra.


Las redes sociales no son las culpables, sino su uso humano que esta generación ha hecho de este avance tecnológico convirtiendo estas herramientas en un recipiente de desechos; una torre de babel donde cada quien habla su propio idioma de lo que cree su “verdad”.


Legislar el contenido en las redes sociales no debe soslayarse cuando se traspasan los límites de la libertad de expresión y vulneran otros derechos; cegarse al hecho de que son “sociales” y no medios informativos, no puede ser un argumento contundente para afirmar que son inofensivos, al contrario, pueden destruir el tejido social, pueden criminalizar y matar como ha ocurrido con los linchamientos mediáticos o físicos, por ello urge un serio análisis colectivo para encontrar una ruta donde no se haga apología de la violencia, el odio, de la discriminación, la intolerancia; propuestas que nos retornen a horas serenas, a la convivencia social y sobre todo a la paz.